Se conoce como
Limes a las grandes
murallas fronterizas que levantó el
Imperio Romano a partir del siglo III en aquellas zonas que no podía defender eficazmente de las cada vez más frecuentes invasiones bárbaras. Cada cierta distancia, se unía una torre o cualquier otra fortificación a la muralla. Los
limes solían atraer a los comerciantes y las familias de los soldados se instalaban también en las cercanías, por lo que a la larga se convirtieron en núcleos de población romana (a pesar de estar expuestos a las incursiones extranjeras) y en centros de intercambio comercial y cultural entre latinos y bárbaros.